Exámenes fraudulentos en educación superior

Tras un semestre en el que los estudiantes universitarios han tenido que pasar de un formato presencial a uno semipresencial u online, llega el momento de evaluar si han adquirido las competencias necesarias para aprobar las asignaturas que han cursado. Llega el momento de los temidos y míticos exámenes. Tras ver cómo los estudiantes se rebelan contra el sistema que les obliga a hacerlos de manera presencial aun no habiendo podido cursar en este formato la asignatura, los profesores se las ingenian para intentar mantener la más conocida forma de evaluación: el examen final.

Estos días estamos pudiendo comprobar que existen maneras muy sencillas de copiar en los exámenes online o de que alguien suplante tu identidad o te ayude al mismo tiempo que realizas la prueba. Muchas universidades están poniendo todos sus esfuerzos en intentar que las posibilidades de que los alumnos copien sean las mínimas, pero, muchas veces, existe una delgada línea que no se puede cruzar en lo relativo a los derechos de intimidad o de imagen de los estudiantes.


Si todo lo que se ha invertido en esto se hubiera destinado a formar a los docentes en otras formas de evaluación, tal vez estaríamos apostando por el futuro y no por un pasado que, probablemente, no volverá a ser el que era. ¿Por qué evaluamos solamente con un examen final? Tal vez porque es la manera más sencilla de hacerlo (requiere menos tiempo de preparación y seguimiento) y la más fácil de defender ante una posible reclamación de la nota por parte de los estudiantes.

Sin embargo, se puede evaluar mediante proyectos, trabajos individuales o en grupos, observación, fichas, participación en clase, esquemas, ensayos, propuestas,... Y si el profesor es un poco más creativo podría incluso evaluar a través de canciones, teatros, dibujos, relatos, videojuegos, vídeos,... Un mundo infinito se abre cuando te das cuenta de que lo que tiene que hacer el profesor es evaluar si el alumnado ha adquirido los contenidos o competencias necesarias, y no solamente si ha memorizado bien lo que se le pide en el examen final.

Si aumentamos la inversión en formación del profesorado en metodologías de evaluación diferentes al examen, conseguiremos reducir el problema de los exámenes fraudulentos a simples casos aislados.

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